Una vez más sobre el origen de las palabras
“aristocracia” y “democracia”
(Artículo del libro "El misterio de la Santisima Trinidad")
Detrás de los conceptos políticos de “aristocracia”
y “democracia” se esconden nociones profundamente religiosas, relacionadas
con el origen de la vida en el Universo.
En mi libro “Ararat enigmático” ya he hablado sobre la tergiversación
del sentido de la palabra “aristocracia” que en realidad se refiere
al “gobierno de Dios o del Espíritu Divino”. Este gobierno
se realiza cuando el hombre (y con el, inevitablemente, toda la creatura) deja
que lo dirija el Espíritu Santo de Dios, o de la Verdad Divina , porque
sólo Dios es el Creador de la Vida y de todo el Universo y sólo
El sabe, como sostener a su creatura. Entonces el hombre se convierte en un
recipiente de Dios y se guía por el Espíritu Santo que mora en
él. Así, haciéndose el “cuerpo” místico
del Creador, obtiene su imagen. ¡Una cabeza, - es decir, un gobierno Divino,
- para un cuerpo! En el idioma religioso eso equivale a la “unión
del Cielo y de la Tierra ” o a la “unión de Dios con su creatura”.
Esta unión es aquella que se realiza sólo por el medio del Espíritu
Santo de Dios, es decir, cuando la ley moral que yace en la base de la vida
se resulta grabada en el corazón del hombre. Esa unión es trinitaria
y representa la imagen de la Santa e indivisa Trinidad Divina.
En muchas mis obras (por ejemplo, en “El misterio de la Santísima
Trinidad o ¿cuál es la razón de la moral cristiana?”)
he mencionado que el mundo fue hecho a través de las correspondencias;
que en la Creación del mundo Dios ha manifestado su humanidad y por eso
en el así llamado macro- y microcosmo yace la imagen del hombre y tanto
el hombre como esos macro- y micromundos sólo pueden vivir eternamente,
cuando están unidos con la cabeza que los nutre. Precisamente ese es
el significado de la palabra “aristocracia”: “gobierno de
los hijos de Dios” (o de las imágenes verdaderas de Dios) que se
reconocen a sí mismos como el “cuerpo” místico o el
“templo” Divino, es decir, que se consideran unidos con Dios, como
cuerpo a la cabeza. El mismo principio se encuentra en la base de diferentes
grupos y sociedades de los hombres – en la de las familias, de los pueblos,
de las naciones, etc., porque define bien y claramente los objetivos y los caminos
del desarrollo de los mismos. Cuando Dios haya encabezado la humanidad, encabezará
también a toda la creatura y todas las sociedades, cada una de las cuales
encontrará entonces su inconfundible lugar y su inimitable función
en el organismo entero de la creación.
Pero cuando la creación se separa de Dios, todos sus representantes pierden
sus vínculos y comienzan a actuar en desorden como lo hacían,
por ejemplo, los protagonistas de la fábula "El cisne, el cangrejo
y el lucio" escrita por el fabulista ruso I.A. Krilov. Dicha fábula
cuenta como un cisne, un cangrejo y un lucio se pusieron de acuerdo para tirar
de un carro cargado. Pero el cisne tiraba hacia las nubes, el cangrejo, hacia
atrás, y el lucio, al agua. Es un cuadro de locura, donde cada criatura
se cree dirigente, pero el carro no puede avanzar. Sólo puede romperse
en pedazos.
Precisamente eso fue lo que hizo el diablo: siendo criatura, separo la creación
de Dios, su Cabeza, y pensando en su locura que él mismo podría
encabezarla, en realidad la rompió en pedazos. En suma cada una de las
partes del único otrora cuerpo comenzó a actuar separadamente,
sin mirarse en las necesidades de las otras, es decir, dándose a si misma
y a sus instintos la máxima importancia y entrando así en la lucha
eterna con otras partes por el poder y la supervivencia.
Lo dicho se manifiesta en la etimología de la palabra “democracia”
bajo la cual, como veremos, se sobreentiende el gobierno enmascarado del enemigo
de Dios.
Se considera que la palabra “democracia” procede del “demos”
griego, que significa “pueblo” y por lo tanto la “democracia”
se entiende como “el gobierno del pueblo”. Pero veremos, cual es
la procedencia del mismo “demos” griego.
Se sabe que el “demos” griego se formó de la raíz
indoeuropea “da” que significa “dividir”. (ver, por
ejemplo el “Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española
de Edward A . Roberts y Bárbara Pastor - Alianza Diccionarios. Madrid
2001”). De ahí son: “dati” sánscrito que significa
“él corta”; “dapto” griego que significa “despedazar”;
“dam” irlandés antiguo que significa “multitud”.
Como se desprende de la etimología presentada, esa “multitud”
o “demos” surgió a causa del fraccionamiento de la unidad
que fue cortada y dividida. Así que es muy natural que con la misma raíz
estén vinculadas palabras que significan “demonio”. Así
son, por ejemplo, “daimon” sanscrito; “da?µ??”
griego que se entiende como “genio que reparte el destino de los hombres”.
La misma raíz se encuentra en las palabras franco/españolas “indemnizar
/ ser”.
Entonces la palabra “demos” indica a aquel quién rompe la
unión de la creatura con su Creador, formando una multitud de fracciones
sueltas, es decir, divide, destroza lo que desde el punto de vista teológico
significa la muerte de la creatura.
Pero ya que bajo la palabra “demos” los griegos entienden “pueblo”,
su significado primordial fue cambiado por la palabra “diablo” –
“diabolos”.
Como ya he escrito en otras ocasiones, la etimología de esta última
palabra se vincula generalmente con el verbo “ballein” que significa
“tirar”, “echar” (ver en el mismo diccionario etimológico
de Edward A...). Pero el sentido de la palabra claramente revela que su etimología
más bien habría que deducir de la preposición griega “dia”
que, siendo una transformación de la misma raíz sánscrita
“da” , significa “aquel, quien divide” o “siembra
cizaña”, y de la raíz “bol” que en este contexto
indica una alteración con “el/ bel” hebreo que significa
“Dios”. (La argumentación de las semejantes transformaciones
he presentado en mi libro “Ararat enigmático”).
Así pues, el verdadero sentido tanto de la palabra “diablo”
como de la “demonio” es “el que divide a Dios” o “el
que siembra cizaña en Dios”.
De ahí la “democracia” es el gobierno del cuerpo descabezado
que dado al falso concepto de libertad [ya que la instrucción en la verdad
para éste cuerpo es como “cadenas en los pies” y “esposas
en su mano derecha” (Eclesiástico 21: 19)] representa una multitud
de elementos desconectados, en la que cada ente en su intención ocupar
el puesto vacío compite con el otro. La total y monstruosa lucha por
el poder se esconde bajo el falso concepto del poder del “pueblo”,
es decir, del poder de la multitud que se podría presentar también
en forma de un hombre con muchas cabezas. Se sabe que a veces nacen hombres
de dos cabezas - el hecho que se considera como una anomalía. La vida
de bicéfalos no dura mucho, porque las dos cabezas no pueden dividir
su único cuerpo. Por lo tanto tener dos o más cabezas equivale
a no tenerlas en absoluto, ya que la cabeza asegura la vida y su ausencia es
la ausencia de la vida.
Por la misma razón la “democracia” representa un signo de
la perdición irremediable y el fin próximo de la sociedad. La
misma nada puede unir y por eso lleva a la sociedad hacia la destrucción
total, igual que lo hacen el cisne, el cangrejo y el lucio con el carro que
pretenden llevar adelante.
La “democracia” se basa en el engaño y locura, pues promete
justicia que supone la unión de los hombres cimentada sobre la Verdad
, mientras que en las sociedades democráticas donde no existe una verdad,
sino son muchas las “verdades” contradictorias, se rompen todos
los vínculos entre las personas, incluso las de familia, del pueblo,
de la nación etc. , porque la tendencia general es separarse, dividirse
a causa de las verdades diferentes, la que al fin y al cabo llevará a
matarse mutuamente hasta a los padres e hijos, pues la división trágica
no tiene fin y acaba sólo con la destrucción total.
Desde este punto de vista la “aristocracia” se contrapone a la “democracia”
igual que el monoteísmo se contrapone al politeísmo, o paganismo;
como la monarquía se contrapone a la anarquía. Y sin embargo,
aunque la “aristocracia” por su forma asemeja a la monarquía,
no es un sinónimo completo de la misma, porque aristocracia supone el
gobierno de los espíritus nobles, aquellos que perciben su unidad con
Dios que los une no por la Ley, sino por el Amor espiritual.
No obstante las personas que piensan según la carne entienden al “ario”
no por el espíritu, sino como representante de una raza terrenal, ignorando
lo dicho por Cristo:
“El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada”
(Jn 6: 63). Es porque el espíritu es el sostén de la carne. Sin
el la misma se hace cenizas. Esa es la Verdad y con ella está relacionada
toda la ley moral, única e inmutable, que yace en la base de la Vida.
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