Universalismo cristiano

de Aleksey Konstantinovich Tolstoy,

el poeta ruso del signo XIX (1817-1875).

Meditaciones sobre su poesía de “arte puro”

III.

El objetivo y la predestinación del arte y de la poesía,  

según A.K.Tolstoy

“Porque lo invisible de Dios, desde la creación

del mundo, se deja ver a la inteligencia a través

de sus obras: su poder y su divinidad…”

(Rom 1, 20)

Con esta concepción del mundo de A.K.Tolstoy, que hemos presentado en el capítulo anterior, está ligada, naturalmente, su posición respecto al arte en general, a la poesía particularmente y también a la predestinación del artista o del poeta.

Ya en el fragmento del poema « Juan Damasceno”, citado en el capítulo anterior , el poeta dice que “en los poemas del cantor” suena aquel “recóndito crisol, en el cual los prototipos hierven”. Es decir, el cantor canta aquellos originales, cuyas “sombras sigilosas” son las bellezas terrenales (“los tesoros del universo”, por la expresión del poeta). En esas palabras ya vemos su posición respecto a la predestinación del arte, la que él ve en el descubrimiento de la belleza y de la perfección de los prototipos de la Creación, o, en otros términos, en el descubrimiento de la Gloria de Dios exparcida por toda la naturaleza. En su verso libre “¡En vano, artista, te crees que eres el creador de tus obras!…” A.K.Tolstoy dice que estos prototipos “siempre flotaban sobre la tierra, invisibles para los ojos” y reflejando “la profunda verdad universal”. Todo artista es llamado a captarlos y manifestar en su obra. Ésta sólo entonces es verdadera, cuando sonido por sonido, color por color, “palabra por palabra se asemeja a su imagen eterna”. Aquí presentamos el verso entero en nuestra traducción como todos los demás.

***

(verso libre)

¡En vano, artista, te crees

que eres el creador de tus obras!

Siempre flotaban sobre la tierra, invisibles para los ojos.

¡No, no era Fidias el que erigió el monumento

al glorioso Zeus olímpico!

¿Acaso era Fidias el que inventó esa frente,

esa crin de león, la mirada cariñosa y regia de debajo de las tinieblas

de las cejas tonantes?

No, no era Goethe el creador de Fausto el grande,

que en la veste de Alemania antigua, mas en la profunda

verdad universal,

palabra por palabra se asemeja a su imagen eterna.

O Beethoven, cuando hallaba su marcha fúnebre,

¿acaso de sí mismo sacaba esa sucesión de acordes

que desgarraban el corazón,

este llanto del alma inconsolable sobre la gran idea perdida,

sobre el derrumbe de los mundos claros

al abismo desesperado del caos?

No, esos sonidos siempre sollozaban en el espacio infinito,

Pero él, sordo para la tierra, escuchó los sollozos sobrenaturales.

En el espacio hay muchas formas invisibles

y muchos sonidos imperceptibles,

Hay muchas combinaciones prodigiosas tanto de

palabra como de luz,

Mas los transmitirá sólo aquel, quien sabe ver y escuchar,

quien, al captar apenas un trazo del dibujo, un acorde

armonioso o una palabra,

baja toda la obra ante los ojos del mundo sorprendido.

Oh, envuélvete, poeta, en la oscuridad, envuélvete en

el silencio,

Sé solitario y ciego como Homero, y sordo como Beethoven,

Pero afina fuertemente tu oído y tu vista espiritual.

Y verás que así, como sobre la llama de repente se destacan

los renglones de la escritura oculta,

Aparecerán ante tus ojos cuadros,

Desde la oscuridad poco a poco se revelarán los colores,

las formas se harán cada vez más palpables,

Las combinaciones armoniosas de las palabras se

entrelazarán en un claro sentido...

Mas tú en este instante, habiendo contenido la respiración,

sólo escucha y mira,

Y después, creando, recuerda tu visión fugaz!

De ahí se ve que A.K.Tolstoy considera que la predestinación del artista es hacer copias exactas de las “formas invisibles”, de los “sonidos imperceptibles” y de “muchas combinaciones prodigiosas tanto de palabra como de luz”, que existen en el espacio. En estas formas, sonidos, palabras y colores está consagrada toda la historia de la Creación desde su principio hasta su glorioso fin. También está refrendada en ellos la tragedia de la caída del hombre, como el “ llanto del alma inconsolable sobre la gran idea perdida, sobre el derrumbe de los mundos claros al abismo desesperado del caos”.

La tarea del poeta es “ al captar apenas un trazo del dibujo, un acorde armonioso o una palabra”, completar el resto y bajar la imagen, es decir, presentar “toda la obra ante los ojos del mundo sorprendido”. Mas para eso él debe desconectarse de todo terrenal que con sus colores vivos y con sus ruidos tapa el mundo verdadero, es decir, el mundo de los originales, abstrayendo de el al hombre. Por eso A.K.Tolstoy cree que el artista debe envolverse en la oscuridad, en el silencio, debe ser solitario, hacerse ciego y sordo, para poder afinar “fuertemente su oído y su vista espiritual”. Y entonces “así, como sobre la llama de repente se destacan los renglones de una escritura oculta”, ante sus ojos cada vez más vivamente se revelarán desde la oscuridad los cuadros, los colores, las palabras y los sonidos que poco a poco se enlazarán en una clara imagen.

En otros términos, el verdadero arte - el que abarca las verdades eternas - requiere quietud, alejamiento del alboroto de la vida terrenal, concentración y recogimiento. Sin eso, como dice el poeta, “la angustia fastidiosa de las preocupaciones incesantes apagará los sonidos que pueden ser escuchados sólo por el corazón”, porque “hay muchos sonidos en la profundidad del corazón”. Y los ayuda escuchar la naturaleza. Miremos, por ejemplo su verso “La tierra florecía”. Lo citamos enteramente.

***

La tierra florecía. En el ornado prado

entre las hierbas corría un arroyo, taciturno;

era la hora sosegada entre las sombras y la luz.

Sueño lene de los bosques, campos y sembrados;

no los llenaba el ruiseñor con su saludo viviente.

Abrazándola a toda la naturaleza ampliamente,

reinaba la paz; mas bajo la penumbra sigilosa

yo sentía el moverse de las energías poderosas.

 

Sobre mí los árboles silenciosamente,

iban volando hacia las tinieblas transparentes;

la cinta nítida de su ramaje renaciente

se extravía en los altos como un humo reluciente;

la ajedrea forestal, el azafrán campestre,

olían en la hierba, luciendo con relente,

y yo pensaba, mirando a la bóveda prieta:

¿Hacia dónde me acarrea tan persistemente?

 

Fui compenetrado con una beatitud nueva,

llenado de un vigor desconocido:

lo que en el habitual afán severo

ni atrevíame a esperar, ni he pedido,

me parecía, se cumplió con única palabra;

imaginaba volándome sin alas

y por el universo de haberme elevado,

creía compartir con él su irresistible arrebato.

 

Pero fui sensato, extraño al arrobamiento,

No conocía ni esperar y ni temer…

Mas ¿quién fue que tan potentemente

me apartó del peso del querer?

El regateo vergonzoso de mi alma con lo corriente

Se me hizo sin sentir y sin valer,

para angustias he muerto sin dejar huellas

y revivido de nuevo en la conciencia del ser.

 

Entonces como si un hálito pasó corriendo entre las hojas,

Y como si yo escuché la respuesta a mi cuestión:

¡Lo que tú ves en el duermevela misterioso

Es del problema viejo la resolución,

Es el acuerdo entre el arte y la calma,

Es el ardor del pensamiento en la quietud del alma…

Mientras estás sensible aprovecha la ocasión,

ya que el lapso es muy breve entre el sueño y la velación!

Como vemos, la idea principal se encuentra en las dos siguientes observaciones: “ reinaba la paz; mas bajo la penumbra sigilosa yo sentía el moverse de las energías poderosas” y “es el acuerdo entre el arte y la calma”, es decir, para el arte verdadero la calma (la quietud) es imprescindible, porque permite al hombre compenetrarse del latido del mundo invisible, observar y escuchar las creaciones divinas. Eso significa que la obra artística debe ser una especie de la imitación de la de Dios, en la que, por la expresión del poeta, “ concuerda con placidez la creación, amor con la serenidad es coherente” (mirar fragmento del poema “Don Juan”, presentado en el capítulo anterior). Es aquella calma, cuando el artista no escucha ruidos terrenales, cuando siente su unidad con toda la Creación (“ y por el universo de haberme elevado, creía compartir con el su irresistible arrebato”), cuando no lo turban ni esperanzas, ni temores (“no conocía ni esperar y ni temer…”), cuando la lucha con lo cotidiano parece “regateo vergonzoso” y absurdo del alma, es decir, cuando el hombre muere para las angustias y se reaviva “de nuevo en la conciencia del ser”, haciéndose uno con el.

Justamente entonces “ en todo el susurro de la planta y de la hoja en todos los temblores” él escucha “otros sentidos y valores”, presiente “otra belleza”, a la que canta. (“A Aksakov”). He ahí algunos fragmentos del poema “Don Juan” muy característicos en este sentido:

“¡Canto solo sobre otra tierra!”, dice el poeta consiente de su soledad entre la gente cuya mirada está dirigida hacia las cosas terrenales, mientras que él, compenetrandose con la Creación en todas partes ve y escucha la divinidad y el poder de Dios en otra vida, otra primavera, otra belleza:

¡Del follaje oscilación primaveral,

sueños meciéndose en las tinieblas,

aliento de las flores, murmullo fluvial, -

como si me todo prometiera

otra, desconocida primavera!

Bienaventurado es para el poeta aquel, quién no busca su ideal en la tierra. Pero es la suerte s ólo de las almas simples y puras:

¡Bienaventurado es

quien tiene alma cándida y mera

y no cerrada a la oración,

quien junto a la joven tierra

loa al Padre de la Creación ,

quien con su ascendente mente

el ideal no busca en la tierra,

y no clavó en ella obstinadamente

su amorosa alma tierna !

El poeta añora aquel otro mundo, su distinta, perfecta belleza, porque él que lo ve una vez, ya no puede olvidar:

 

Dulzura fatigador de primavera,

nostalgia por un país lejano,

amor y aflicción, tristeza y placer

siempre en mí se apean;

mas en su balanceo escabroso

sueños mis son llenos de la fe:

murmullo fluvial, respiración de flores,-

todo me suena como promesa

de otra, paradisíaca belleza.

Todos estos y otros fragmentos indican que, según A.,K.Tolstoy, el objetivo del arte, igual que de la vida humana, no está en las nociones temporales, sino en las eternas que se abren sólo en el caso cuando ellas son preferidas a las terrenales. De otras palabras, en el arte también funcionan los mismos mandamientos de amor de Cristo: primero lo Divino y eterno, y después lo humano y temporal.

Respecto al prójimo el poeta y el artista, según A.K.Tolstoy, están llamados a desempeñar el papel del apóstol de la belleza y de la perfección, es decir, como él ha escrito en su verso “El pacífico emplazamiento de las nubes transparentes”, mantener bandera en el nombre de lo bello.

***

El pacífico emplazamiento de las nubes transparentes,

cubriendo, como con un velo, la luz del sol,

está coloreando la lejanía ora con oro pálido,

ora con una sombra suave y azul. Otoño plácido

nos manda su saludo silencioso. No hay alrededor

contornos, ni colores vivos. La tierra ya ha superad

el tiempo de los bríos ricos y de temblores grandes;

se han calmado las aspiraciones; otra belleza

ha suplido la anterior; ahora toda la naturaleza,

no calentada más por rayos del verano jubiloso,

se halla llena de su último calor;

a lo largo de los lindes madorosos

aún están pavoneándose las flores,

mas en los campos desolados las secas cañas

enreda temblorosa telaraña;

remolinándose con lentitud en el sosiego nemoroso,

las hojas amarillas una tras otra caen en la tierra;

las sigo, sin querer, con el mirar silencioso,

y como escuchando en su caída placentera:

“Llegó el tiempo de quietud, tú también acéptalo, poeta,

que en el nombre de lo bello has mantenido la bandera:

revisa, si a aquellos surcos que todos han abandonado,

con celo lanzabas su semilla santa,

si has cumplido con conciencia la obra,

y la cosecha de tus días es abundante o es pobre".

Con todo a esa belleza, partiendo de su obra, hay que relacionar con la eterna y perfecta belleza espiritual y no de tierra que es temporal. El artista, en la imaginación del poeta es el sembrador de esa belleza y perfección, que actúa en un mundo enteramente hostil a él al que llama “mundo falso”. Por eso interviene a el al mismo tiempo como apóstol, como profeta, como santo mártir y como curador. A éstos de todos modos está predestinado a repetir la Vía Crusis de Cristo hacia Gólgota.

En el verso “Madona de Rafael” el poeta primero relaciona lo celestial con lo terrenal como si con un amor conyugal, ya que la frase “ Amor celeste eclipsó su perfección terrena” hay que entender como “Amor celeste cubrió su perfección terrena”, para que al mundo viniera el Salvador, y después nos avienta con el frío de la tragedia que se acerca: el ineludible combate entre lo celestial y lo terrenal.

 

Madona de Rafael

 

Protegiendo al niño Cristo,

María lo abrazó con pena;

Amor celeste eclipsó

Su perfección terrena.

 

Mas Él, en perspicacia honda,

Ya con el mundo librando un combate

Se fija en el porvenir – y con sus ojos penetrantes

Se ve enfrente de Gólgota.

El poeta concluye el verso con Gólgota, como si haciendo alusión al hecho que la salvación llega al hombre a través de Gólgota. Camino a Gólgota es también el camino del poeta y artista. Por eso, imitando a su Dios perfecto y Salvador, A.K.Tolstoy exhorta no tener miedo y pase lo que pase “remar en contra la corriente” por lo bello. En el verso que justamente se llama “En contra la corriente”, él explica ese bello como perfecto y eterno, y refleja la lucha histórica contra lo mismo desde los tiempos del Salvador. Presentamos algunos fragmentos de este verso:

En contra de la corriente

 

Amigos, ¿oyen los gritos ensordecedores:

“Rendíos, artistas y cantores,

¿acaso en nuestro siglo positivo

son oportunas sus mentiras?

¿acaso no cesaron sus filas, soñadores?

El mundo se ha desembriagado, pasaron los fervores

¡Ceded ante el ímpetu del tiempo naciente!

¿dónde te sostendrás, generación caduca, en contra de la

corriente?

 

¡ No creáis, amigos! ¡la misma es siempre

la fuerza secreta que nos atrae; nos encanta

el mismo cantar de ruiseñores campestres;

nos alegran las mismas estrellas celestes;

la misma verdad! ¡En medio de la oscuridad inclemente

cread en la milagrosa estrella del estro; unánimemente

remad pro de lo bello en contra de la corriente!

 

Después de aquellos días,

cuando al Salvador habían ejecutado,

como iban los apóstoles inspirados

a predicar la palabra de Cristo,

los escribas así decían, engreidos:

“¡Crucificaron al amotinado!

¡No hay nada bueno en su enseñanza demente,

odiosa para todos y ridiculizada!

¿Dónde irán los galileos míseros en contra de la corriente?”

¡Remad, amigos! ¡ En vano los maldicientes

creen injuriarnos con su engreimiento:

en poco tiempo solemnemente,

habiendo vencido las oleadas,

bajaremos a tierra con nuestra sagrada!

¡A través de la fe en nuestro valor sacrosanto

lo finito por lo infinito será dominado.

Mas nosotros incitaremos fervientes

una corriente contraria a la corriente!

Aquí el poeta combate a aquellos quienes creen pasada de moda tanto la enseñanza de Cristo como la noción de lo bello, y muestra que lo bello siendo estrechamente ligado con la Creación , es eterno.

Esa lucha que es propia para cada artista verdadero, pasa en la tierra cayendo y levantando. A veces se termina con el santo martirio de quien la lleva en el nombre de la perfección. Pero incluso este martirio, reflejado en el arte, tiene una fuerza muy grande. En el verso “En el monasterio aislado que está cerca de Córdoba” el poeta habla tanto de la fuerza del arte como del martirio de quienes contraponen al mundo su santidad.

***

En el monasterio aislado

que está cerca de Córdoba

hay un cuadro. En él

pintó el artista aplicado

cómo los sayones despellejan vivo

a un santo mártir encadenado,

yaciendo ante su ídolo…

La imagen de este cuadro,

atestado de despiadado arte,

me oprime el pecho,

mis sentidos indigna.

Pero siempre en días tristes,

apareciendo ante mi vista,

obstinadamente invade mi mente,

y el suplicio de este santo

hoy me es próximo y comprensible:

de mi alma se han quitado los mantos,

se abrió su tejido vivo

y cada toque de la vida

me provoca un dolor terrible

y una atroz cuita.

Pues, el camino del poeta es el camino de la lucha espiritual. Es justamente aquel camino al cual nos llama el Señor. En su verso “El Señor, preparándome para la lucha” A.K.Tolstoy habla como el mundo enfrenta al poeta:

***

El Señor, preparándome para la lucha,

amor e ira puso en mi pecho,

me señaló con su sandiestra

el único camino cierto;

me animó con su palabra vigorosa,

con su espíritu vivificó mi corazón,

mas rígido y riguroso

no me creó a la sazón.

Así gasté mi ira sin sentido

y el amor no pude resistir,

golpes tras golpes parando vanamente,

me quedo sin aliento.

Al afrontar a la ventisca oponente

salí al campo sin arnés

y he ahí, doliente,

muero ya en la contienda.

Y no solo así el mundo está luchando con el poeta. También lo inmoviliza con “la herrumbre del reposo” y “las cenizas” de la inacción, acunándolo con sus falsas alegrías. Tanto que hubo instante, cuando el poeta adormeció, “bajada la cabeza”.

***

He dormitado, bajada la cabeza,

No reconozco más mi ánima potente

Sopla, Señor, una tormenta de viveza

Sobre mi alma somnolienta.

 

Sobre mí, como un grito de reproche,

Descarga tu trueno de llamada,

Y quema la herrumbre del reposo,

Y quita las cenizas del quemado.

 

Que me despierte, por ti desperezado,

Y atendiendo las palabras punitivas,

Como la piedra del duro martillazo,

que lumbre escondida yo emita!

Este verso suena como una oración. El poeta arrepentido pide ayuda de Dios en su lucha con las tentaciones del mundo. Esta ayuda siempre viene y el poeta, como dice en uno de sus versos, nuevamente “reconoce sus santas convicciones”.

Viviendo en su alma en aquel otro mundo, que es el mundo de belleza eterna, él, igual que Cristo, considera el mundo terrenal “ajeno a sí” y lo llama “mundo falso”, que, sin embargo, tiene sus métodos expertos de la lucha contra la perfección humana. Y el principal de estos también es arte, pero ya no es el arte que busca la perfección y la eternidad- Al contrario representa una imagen tentadora de lo terrenal y temporal. En este sentido es muy significativo su verso “El deslizaba el arco por las cuerdas”, donde el poeta describe a un violinista, cuya interpretación poderosamente despertaba en los oyentes insostenibles pasiones. Sus cabellos caían sobre sus ojos dementes, sus sonidos en la oscuridad de la noche contaban en forma muy convincente un cuento falso. Los colores de serpiente que tornaban de él tentaban y atormentaban la conciencia. Y mientras que la voluntad impotente luchaba con la tempestad del deseo agrandado, el abismo implacable arrastraba a su víctima hacia sí. Y el gozo puro de la eterna felicidad se perdía para los tentados sin retorno.

En este verso A.K.Tolstoy directamente habla de la existencia del arte diabólico que se contrapone en sus diversas formas al Divino.

Éste, es decir, diabólico, opta por las nociones materiales, mientras que niega todo lo que no se puede vender, tocar y sentir corporalmente. De esto habla el poeta en su verso “Panteleimon-curador”. Como Cristo echó del templo a los vendedores, así también Panteleimón-curador debe luchar contra el dominio de lo terrenal y corporal por la pureza del alma.

Es a este arte carnal que A.K.Tolstoi contrapone su concepto del “arte puro” que, a mi juicio, por error lo llaman también “arte para arte”. Esta última definición anula su significado verdadero que consiste en la lucha por el regreso del hombre a la casa de Dios, a la vida eterna, a la belleza perfecta, - en fin, aspira devolver al hombre perdida por él imagen y semejanza de Divina.

Así, bajo “puro arte” hay que entender arte del descubrimiento y manifestación de la Gloria Divina , cuyas huellas se abren sólo a los que buscan la verdad y la perfección. Este arte es constructivo. Eleva al hombre de su estado de caída y lo acerca a Dios. Es curativo y salubre como las Santas Escrituras.

-------------------

* Los prototipos de A.K.Tolstoy a alguien pueden recordar las “ ideas” de Platón. Yo intencionalmente no los comparo, para no crear una sensación de su influencia sobre el pensamiento del poeta, porque toda su obra poética atestigua que sus pensamientos (no dependiendo de la lectura de las obras de Platón y otros autores) en forma natural partían de su concepción cristiana del mundo que fue educada por la Iglesia y por la Biblia , y especialmente por el Nuevo Testamento, donde con frecuencia bajo las imágenes y lo invisible se entienden los prototipos de los hombres y de las cosas.

Febrero 2008.

Volver a la página inicial